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Naturaleza interior: cuando el paisaje crece dentro de los edificios

Por 6 diciembre, 2019 Sin Comentarios

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En la actualidad es relativamente sencillo ver espacios interiores en los que la naturaleza se abre camino. Incluso en rincones aparentemente no destinados a tal efecto. De esta manera aporta vida en medio de diseños dominados por el hormigón o materiales similares. En ese sentido, integrar la naturaleza en un domicilio u oficina es una tendencia que recoge la sensibilidad medioambiental actual. Nace así el concepto de naturaleza interior. De hecho, esta semana se está potenciando dicha sensibilidad mediante la Cumbre del Clima en Madrid.

La esencia de la naturaleza interior

Para hablar del paisaje que cohabita en armonía con cierta arquitectura hemos de irnos mucho más lejos. Es en Japón donde la simbiosis ha tenido mayor recorrido durante las últimas décadas. Así lo hace notar el arquitecto Alberto López del Río en su trabajo La naturaleza interior. El árbol como referente simbólico en la arquitectura contemporánea japonesa, texto en el que se señala la estrecha relación entre el ser humano y la naturaleza como elemento central de la cultura nipona y como pilar fundamental para la comprensión de su arte y su arquitectura.

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El papel del árbol en la naturaleza interior

El trabajo especifica que el árbol se ha concretado como el denominador común en estos diseños arquitectónicos japoneses. Ese árbol es entendido por los arquitectos desde dos actitudes diferentes. En la primera actitud, la naturaleza es un referente directo e inspira un diálogo entre lo natural y lo construido. Dentro de esta corriente se emplean diferentes mecanismos para conseguir esa integración. De hecho, existe una gradación de relación que va de lo sutil a la simbiosis total. Un ejemplo de ello es el Roku Museum, del arquitecto Hiroshi Nakamura, donde tanto la planta como la sección del edificio se curvan para adaptarse a los contornos de una serie de árboles previamente plantados.

La segunda actitud tiene que ver con la recreación de los referentes naturales, creando elementos arbóreos que evocan las sensaciones proporcionadas por la naturaleza interior. En este modelo encajaría la Tree house de Mount Fuji Architects Studio, donde crece en altura un elemento central de madera que claramente recuerda al árbol en el que nos apoyamos y protegemos bajo sus ramas. Es otra clase de naturaleza interior, no tan viva pero igualmente evocadora en términos de armonía.

Estos dos ejemplos, de entre los muchos que presenta la arquitectura japonesa como vanguardia de esta clase de integración, llevan años teniendo remedo dentro de nuestras fronteras con lugares –sobre todo museos, edificios institucionales, bares, restaurantes– de inspiración oriental o de clara vocación medioambiental que apuestan por situar la naturaleza en el centro. En esa misma línea encajaría, por ejemplo, el Museo de la Evolución Humana (MEH) de Burgos. Esta construcción tiene una extensión inclinada situada ante la fachada principal del edificio y en la que se recrea una naturaleza próxima a la de la Sierra de Atapuerca. Además, con un interior completamente vacío de columnas, unas pastillas se extienden sobre las que crece un paisaje idéntico a la sierra burgalesa.

Oficinas de diseño biofílico

Pero no solo en el ámbito de lo residencial o de lo museístico prospera este tipo de diseño inspirado en la naturaleza. La esfera empresarial también ha adoptado esta corriente ambientalista introduciendo elementos que imitan o intentan recrear el espacio exterior natural. Es lo que se conoce como diseño biofílico. Según algunos expertos, este fenómeno incrementa la productividad y la creatividad de los empleados al desarrollarse en entornos más gratos.

Además del recurso arquitectónico, este tipo de diseños emplea estímulos sensoriales para generar el bienestar asociado a la naturaleza. Estos estímulos pueden ser la sensación térmica mediante sutiles cambios en la humedad relativa. O el flujo de aire a través del edificio, la presencia de agua. Así como una luz dinámica y difusa o incluso, ciertos olores que recuerdan a lo natural.

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