En un estado natural, los átomos del ambiente tienen el mismo número de protones que electrones. Sin embargo, cuanto mayor es la carga de iones negativos (electrones) en el ambiente, en el aire generado se expande la positividad. Con ello se registra un mayor nivel de serotonina que influye directamente en quien habita. Esta cuestión, por muy química que parezca, podría tornarse poética y conceptual en el entorno arquitectónico.
Y es en las alturas donde la sensación de frescura se torna agradable y pertinente en el momento de mostrar aquello que invita a la creación de una arquitectura donde la altitud forma parte del diseño. Hacer mención a la casa Farnsworth de Mies van der Rohe queda lejos de suponer la provocación del diseño de la estructura bajo el concepto presente. Y es que se trata de una elevación provocada por la practicidad y la problemática de tal entorno.
Así, pendida o suspendida bajo un halo de la nada, en The Decorative Surfaces analizamos Fall House (California). Es un proyecto que llama la atención por su altitud y situación sobre un acantilado en caída. Un diseño capaz de proporcionar, a través de su altitud, un estado de bienestar mágico al individuo.
Integración orgánica en el entorno
Son muchos los proyectos como City in the Air (Arata Isozaki, Tokio), o Chemosphere (John Lautner, California). Todos han invitado desde los años 60 a una reflexión sobre la altitud y las estructuras elevadas.
Isozaki con el diseño de City in the Air, supuso una metamorfosis urbanística propia del momento desencadenado de lo bélico (1962). Con su proyecto se alejaba del terreno para reorganizar y establecer la relación del espacio con lo circundante.
El diseño se estructuraba con una morfología muy cuidada. Eran cápsulas suspendidas en el aire sobre una ciudad envejecida, como respuesta para el problema residencial de este barrio de Tokio.
Por otro lado, Lautner integra de manera orgánica la estructura al entorno. Evita así lo convencional y humanizando de un modo sublime los espacios construidos a través del respeto.
Con tales ejemplos, se encamina un argumento hacia un proyecto singular que bien podría encontrarse en la intersección de lo anterior. Diseñada por Fougeron Architecture, The Fall House, refuerza a establecer una relación directa con la carga de iones del entorno. De esta manera, sumerge a quien habita, y lo invita a sentir la suspensión a través de la nube.
La estética de lo natural
Circundada de un paisaje sublime, se ubica en California Fall House. Una vivienda que recibe su denominación por su altitud al estar sitiada sobre un acantilado en caída. Este hogar en las alturas supone un ingreso de serotonina en estado puro a través de cerramientos acristalados. Estos otorgan a quien habita la capacidad ser y estar a través de lo consciente.
El diseño de tal estructura está compuesto por una inclusión en la tierra, visualizando que se muestre como un todo inseparable del entorno. Los volúmenes se tornan delgados y largos para conformar y deformar los contornos y geometrías naturales. De tal modo, el desafío de su morfología indica el respeto por lo natural y el regalo que se devuelve a través de unas vistas proporcionadas por el imponente Océano Pacífico.
El electrón interior
Interiormente, la estética minimalista devuelve a quien habita al ser y estar en pendiente. A través de la funcionalidad cromática del gris, el burdeos y el blanco, lo vívido establece una conexión con la estancia, aportando energía y elegancia.
De la misma manera que Mies van der Rohe compone la estructuración interior de Farnsworth, en Fall House resulta sencillo encontrarse entre la amplitud de su espacio interior. Incluye lo práctico en lo importante: la rendición de lo terrenal.