La arquitectura tiene el poder de cambiar la ciudad de un modo apasionante. Gracias a proyectos de prestigiosos arquitectos, la concepción urbana ha sido transformada a lo largo de los años y en diferentes partes de mundo. Uno de los grandes ejemplos lo encontramos en la construcción del icónico museo Guggenheim de Bilbao (España), inaugurado el 18 de octubre de 1997.
Proyectado por Frank Ghery, uno de los arquitectos más importantes e influyentes del mundo. El museo Guggenheim de Bilbao se convirtió en uno de los grandes hitos de la arquitectura de vanguardia. Una obra que transformó la concepción de una ciudad industrial para siempre.
Con motivo de su 25 aniversario, realizamos un particular homenaje sobre la maestría con la que se materializó uno de los proyectos más relevantes del arquitecto canadiense.
El Guggenheim de Bilbao está situado en el extremo norte del centro de la ciudad. Se emplaza en un terreno alargado por el que circunda la ría del Nervión. Y, se extiende hacia el puente de La Salve. Un emplazamiento que consigue una imponente conexión con la urbe, desde todos sus accesos.
Estructuralmente, el proyecto presenta una grandiosa complejidad en sus muros y techos de carga. Estos, se componen mediante cuadrículas metálicas y triangulaciones. Así, forman un único cuerpo estructural sin ninguna superficie plana. Y, además, se recubre con una imponente piel de titanio y cristal. El titanio conforma la particularidad visual del propio edificio gracias a sus más de 30.000 piezas de medio milímetro de espesor. Este material supuso un enorme acierto para el propio significado del proyecto. Gracias a sus mágicos reflejos, el titanio visualiza cromatismos áureos, protagonizados por las aguas colindantes.
El cristal es tratado de un modo sutil en algunas de las partes de la estructura, un emplazamiento que respeta un interior donde palpita arte de reconocido prestigio mundial. No hay que desmerecer otros materiales presentes en el proyecto, como la piedra caliza presente en la parte más clásica del edificio.
Planos, morfologías y emociones desde el exterior del Guggenheim
Podría resultar evidente que el Guggenheim destaca estéticamente por su espectacular juego escultórico en sus 24.000 m2 de superficie. Los materiales se entrelazan con diferentes lenguajes visuales, proporcionando una estudiada composición que invita a evocar emociones muy diferentes en cada uno de sus planos.
En una vista aérea se aprecia una configuración en flor que se entrelaza con una morfología que, en superficie, se asemeja a un enorme barco sobre el Nervión, como homenaje a la ciudad portuaria. Con una marcada forma orgánica que aporta movimiento al conjunto arquitectónico, es en la piel de titanio donde el Guggenheim adquiere su máximo compromiso con la evocación de emociones.
El titanio fue escogido como una casual coincidencia. En un primer momento era el acero el material que recubriría la estructura en movimiento. Sin embargo, éste carecía de características oníricas proporcionadas por el reflejo. Se trató el aluminio para conseguir un efecto visual que potenciara el espacio donde se emplazaría el proyecto. No obstante, tras las diversas pruebas Ghery se topó de manera fortuita con el titanio. Un adecuado material que mantiene propiedades ventajosas para el clima de Bilbao. Y, además, refleja de un modo constante una sensación especial que se conecta al lenguaje lumínico marcado por contrastes, luz y sombras de la propia estructura. Su composición orgánica es diferente en todos sus planos. Aun así, las vistas, los reflejos y las sensaciones provocadas por los efectos lumínicos, son de enorme asombro para el transeúnte.
Todo el perímetro del edificio puede ser recorrido, observándose diferentes obras escultóricas que advierten la importancia de esta importante fundación artística. Un espacio empleado como una extensión de lo expositivo a través de la exhibición de fantásticas piezas. Piezas que han sido creadas por artistas como Louise Bourgeois, Eduardo Chillida, Yves Klein, Jeff Koons o Fujiko Nakaya.
Lo diáfano a través de la curva en el interior del Guggenheim
En el interior del icónico proyecto de Ghery, es remarcada la personalidad arquitectónica del canadiense a través de una distribución liderada por un imponente Atrio de 50 metros de altura. Una zona que, empleada también para la exhibición, conforma el corazón sobre el que se distribuyen las 20 salas museísticas. Lo diáfano se conforma través de este espacio central que se distribuye con volúmenes curvos y perspectivas. Una manera de establecer un diálogo con la estructura exterior del Museo. Gracias al emplazamiento del cristal, como se ha mencionado con anterioridad, el Atrio se sumerge en un halo de luz natural y delicada.
Así, Fran Ghery diseña una distribución que, lejos de parecer desbordada por lo sinuoso y curvo, consigue ofrecer una calma constante para el recorrido y entendimiento de la muestra.
Con relación a las salas expositivas, las cuales disponen de lucernarios que proporcionan una interesante luz cenital. Cabe señalar la importancia de la denominada Galería Pez. Una extensión que en el exterior del Guggenheim corresponde al abrazo sumergido en el puente de La Salve. Una estructura que hace referencia al mundo marino mediante una forma de pez. Y que, además, metafóricamente rodea, se sumerge y se emplaza sobre las aguas de la ría.
Frank Ghery y el deconstructivismo arquitectónico
Con el Guggenheim de Bilbao, Frank Ghery demostró su enorme maestría en el diseño de proyectos a gran escala. Un juego morfológico a través del volumen que es apreciado en diferentes proyectos arquitectónicos desarrollados por el canadiense.
Una desestructuración en la que combina cubos para atravesarlos por la curva. Dando, así como resultado un excelente diálogo de contrastes. Un ejemplo de lo que significó la proyección del Guggenheim de Bilbao para el resto del mundo, es la influencia que mantuvo Ghery en la construcción de Walt Disney Concert Hall, Los Ángeles (1999-2003), manteniendo morfología y material parejos al Guggenheim.
El movimiento deconstructivista en la arquitectura comenzó en los años 80. Supuso una liberación de los ángulos rectos, la pureza geométrica o la ornamentación. Mantiene una influencia directa con la escuela de la Bauhaus y su filosofía es extendida hasta nuestros días. Así, da como resultados grandiosos ejemplos de la arquitectura contemporánea. Como, por ejemplo, los proyectos liderados por el estudio de Zaha Hadid, Daniel Libeskind o Michael Holzer, entre otros.
Lo que es evidente es que, con la inauguración del Guggenheim de Bilbao, la obra arquitectónica de Fran Ghery se consolidó. Además, proporciona a la ciudad un elemento catalizador de una nueva era. Del mismo modo se pretende que ocurra con la propuesta del canadiense para el Guggenheim en Abu Dhabi para 2025. El Guggenheim más grande del mundo. Que, junto con otros proyectos de importantes arquitectos conformarán un nuevo panorama artístico y cultural en la capital de los Emiratos Árabes.