Ruidosa, derrochadora, clásica, amigable, acogedora… La Navidad, y la esperadísima y tradicional decoración navideña, admiten éstos y otros muchos calificativos y nunca dejan indiferentemente a nadie.
Este espíritu adorna nuestras ciudades en una atmósfera mística y fantástica que nos recuerda la época del año en la que nos encontramos. Los edificios se engalanan sus mejores vestimentas para situarse estratégicamente en espacios conectados mediante líneas luminosas que marcan el ritmo y la dirección.
Decoración navideña: la unión de diseño y ambiente festivo
En la decoración navideña, el diseño se rinde al toque ornamental mediante el filtro de colores, vistiendo todo a su paso de blanco, rojo, dorado y plateado. Tienen cabida por supuesto otros como el rosa, azul o verde, consiguiendo ese cromatismo tan característico. Un diseño pomposo característico que atrae miradas y transforma el día a día de la sociedad.
La gran afluencia de gente que acude a admirar la decoración navideña provoca numerosas actividades ambulantes y pasajeras, creando ambientes itinerantes a medida que uno va transitando por la ciudad. Arte, cultura y ocio distribuidos por las ciudades, situados en cada rincón y esquina.
En lugares como Kew Gardens, en Londres, los visitantes caminan a través de túneles cubiertos de luces como parte de un sendero iluminado. Es un ejemplo de cómo, en muchos casos, las ciudades se transforman con la decoración navideña.
Navidad, efecto lumínico
Pero si existe un componente diferenciado en este ambiente navideño que nos invade a través de calles y comercios, no es otro que la iluminación, el elemento clave de la decoración navideña. Es pues el hecho de encender la navidad al acto más representativo, iluminando plazas, avenidas, tiendas o arboles.
Las calles se llenan de elementos lumínicos diferenciándolos en dos: los que desde los comercios incitan y atraen con juegos de luz y sonido, y los que, alumbrando las calles desde todas las perspectivas, convierten al peatón en un mero espectador.
Arquitectos de la Navidad madrileña
Como cada año desde 2006, un diseñador o arquitecto se encarga de la iluminación navideña en la capital. Este año el arquitecto Ben Busche con su proyecto llamado Moon, propone 31 motivos luminosos distintos que, en su conjunto, funcionan como un folioscopio a escala urbana. En vez de pasar las páginas con el pulgar para producir una ilusión cinematográfica primitiva de imágenes animadas, en Moon es el propio espectador desplazándose a lo largo de la calle el que crea este efecto. La secuencia de imágenes representa un viaje a la luna, sirviendo al espectador de la topografía específica de la Gran Vía madrileña.
También el arquitecto Sergio Sebastián Franco ha propuesto una instalación de Guirnaldas, que adorna la Plaza de Chueca. Con ella ha tratado de dialogar e interactuar con el ciudadano, sirviéndose de un sistema de detección de presencia en el que los nodos de anclaje traducen directamente al lenguaje del color el paso de la gente y el movimiento de la plaza.
Atmósferas que invitan a soñar
Igual que en Madrid y muchas otras ciudades españoles, existen multitud de lugares en el mundo donde podemos ver atmosferas de ensueño gracias al efecto de la decoración navideña. Es quizá el caso más claro el de Nueva York.
Durante estas fechas, la ciudad se convierte en la capital navideña, donde las luces llenan de ilusión a los visitantes. Además, el 3 de diciembre tiene lugar el tradicional encendido del árbol de Navidad en Rockefeller Center. Muchas otras, cada una con su encanto, ofrece al espectador un paisaje renovado y rebosante de felicidad.
Decoración navideña, ¿una sostenibilidad compleja?
A pesar de todo, en el ámbito de la sostenibilidad, la decoración navideña juega su peor papel. Durante esta época se incrementa el consumo de energía eléctrica debido al uso excesivo de luces. El daño al medio ambiente es evidente ya que aumentan las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y contribuyen a la producción de gases de efecto invernadero. Un informe publicado en 2007 por el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDEA) de España indicó que los ayuntamientos de ese país gastaron en luces navideñas unos 30 millones de kilovatios por hora. Es la misma cantidad de electricidad que consume una urbanización de unas 50 mil viviendas al año, lo que se traduce en la emisión a la atmósfera de 10 mil toneladas de CO2.
La basura acumulada durante los días navideños supera a la del resto del año. Desperdicios de comida, plástico, papel y vidrio suelen abundar en esta época. Encontramos entre ellos las baterías, que dañan la calidad del suelo y del agua. Estas pueden afectar la salud de las personas teniendo en cuenta que desechadas constituyen una gran fuente de contaminación.
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